LA VIGENCIA DE LAS IDEOLOGÍAS POLÍTICAS.






 


 

Podríamos definir la ideología política como el paradigma de la utopía, un elenco de valores e ideas que deberán ser llevados a la práctica para conseguir ese ideal que de sentido al discurso. Sin embargo, la consecución de un ideal no es sino la imposición de una determinada forma de concebir el mundo, rechazando cualquier plano heterogéneo del mismo. Ante este supuesto, solo cabe concebir a la misma como una religión política, la cual hace profesar una fe ciega en ese ideal, comprendiendo de esta forma que la base sobre la que versan las ideologías constituye una teoría en contra de la trascendencia del ser humano, en cuanto que ninguno de ellos podrá lograr un reconocimiento superior al de la visión utópica de la misma. Esto se debe a que la base del discurso no está sustentada en los individuos, sino en las ideas, siendo los primeros un mero instrumento que pueda materializar dichas ideas.

Ante esta tesitura, lo lógico sería afirmar que las ideologías carecen de sentido práctico, ya que la praxis de la que hacen uso para conseguir sus objetivos va en contra de todo acto de lucidez humana, si ese acto no está comprendido en el espectro político determinado. Todas las ideologías que han fracasado a lo largo de la historia son aquellas que precisamente persiguieron un ideal de forma inexorable, puesto que la realidad del mundo no debe observarse desde un prisma impregnado de utopía, esto implicaría una concepción errónea de la “polis”, en cuanto que toda cuestión ajena al ideal sería considerado superfluo y, por consiguiente, desechado, fomentando una teoría de la irrelevancia del mundo material. Este argumento se ve ejemplificado en numerosos momentos históricos; el intento de supremacía de la raza aria, la implantación de la dictadura del proletariado, la teoría de la abolición del Estado desde una postura anarquista…

De esta forma, las ideologías tradicionales no han supuesto sino un accidente en la historia, debido a que en ninguno de los casos han servido para hacer del ser humano un sujeto más cabal y para posibilitarle a participar de la vida racional. El principal error de estas es su configuración en base a ideales y no en base a individuos. Analizando este contexto, no todas las ideologías han perecido al inexorable motor de la historia. Hemos de establecer, llegados a este punto, una dualidad entre las ideologías basadas en ideales e ideologías que reposan en valores individuales y morales. Quizás la ideología troncal que estructure la forma en que se desarrolle la sociedad sea el Liberalismo, puesto que la base de este es el individualismo metodológico y una serie de derechos individuales intrínsecos e inalienables, constituyendo de esta forma una férrea defensa del individuo cuya negación podría ser garante de oscilaciones en contra del libre albedrío.

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