LOS SISTEMAS NO DEMOCRÁTICOS
1
DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
Si para Robert Dahl un régimen democrático es aquel que se
distingue “por la garantía real de la más amplía participación política de
la población adulta masculina y femenina y por la posibilidad de disenso y
opinión”
A pesar de ello, es necesario hallar un “genus”, es
decir, una pauta común de estos sistemas en base a la cual se desarrollen el
resto de las características que puedan ser propias de cada uno de los lugares.
Por tanto, se puede conceptualizar ese “genus” a partir de la definición
que Linz hace de un régimen autoritario, y es la siguiente; (…)un sistema
político con pluralismo limitado y no responsable, sin una elaborada
ideología-guía, pero con mentalidades características, sin movilización
política extensa o intensa, más que en algunos momentos de su desarrollo, y con
un líder o a veces un pequeño grupo que ejerce el poder dentro de límites
formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles”
De esta definición se pueden extraer una serie de requisitos
que todo régimen no democrático cumple en cierto modo, como pueden ser la no
elección o renovación democrática de los gobernantes, que no se respeten en
todo o en parte derechos fundamentales, y especialmente aquellos de carácter
político tales como la libertad de asociación, de expresión, opinión o
pensamiento. Por tanto, el grado de participación por parte de la ciudadanía en
los asuntos públicos es relativamente bajo, esto se debe principalmente por dos
razones. En primer lugar, la existencia de un eficaz aparato represivo que
emana de las instituciones del Estado y cuya finalidad consiste en desarrollar
aquellas políticas de desmovilización que mantengan al margen a sus ciudadanos
y genere desafección política, esto es, que el conjunto de los ciudadanos no se
interese por cuestiones públicas que le atañen. Por otro lado, dentro de un
régimen de tales características es insólito encontrarse con un conglomerado de
estructuras más allá del ámbito estatal
que, por tanto, puedan ejercer como contrapeso al poder del Estado y
canalizador de los intereses de los individuos. En todo caso, de haber
participación política, esta sería inducida y controlada desde arriba, en
palabras de Morlino, “a la sociedad política no se le reconoce ni autonomía
ni independencia; en las fases de mayor estabilidad, la política de los
gobernantes será implementar algunas políticas que mantengan a la sociedad
civil fuera de la arena política: en todo caso,
un nivel muy bajo de participación, ni extenso ni intenso, puede ser
deseable y controlable desde arriba”
Otro rasgo característico de los sistemas no democráticos es
un grado de pluralismo limitado y, sobre todo, no responsable, esto es, aquella
“responsabilidad” propia de las democracias liberales que obliga a los
gobernantes a actuar de conformidad con lo dispuesto por los gobernados, no
existe de manera efectiva bajo un modelo no democrático. En este sentido, es
posible que haya diversas formas de participación electoral dentro de un
sistema no democrático tales como elecciones o plebiscitos, no obstante,
carecen de esencia democrática ya que no implican, de forma abierta, una
verdadera competición entre actores políticos y su finalidad consiste en obtener
por parte de la ciudadanía, de una legitimidad en cierto modo simbólica, pues
realmente no hay posibilidad de disenso o disconformidad, tan solo se puede
ratificar en el poder a quien ya lo ostenta. Por tanto, la única
responsabilidad aparente es aquella que existe “a nivel de política invisible en las relaciones reales, por ejemplo,
entre militares y grupos económicos o propietarios de tierras”
Para averiguar con
precisión dentro de los sistemas no democráticos cuándo nos hallamos ante un
régimen totalitario o un autoritarismo, hemos de atender al grado de
justificación ideológica. En este sentido, los totalitarismos suelen ofrecer
unas elaboraciones ideológicas sólidas y articuladas que dan coherencia y
sirven de sostén al régimen, mientras que los autoritarismos suelen basar su
legitimación en “mentalidades”, es decir, se apoyan sobre valores como la
patria, el orden, la autoridad, la jerarquía o la nación. En otros casos, por
ejemplo, dentro de un autoritarismo benévolo, el régimen se justifica en base a
un paradigma de carácter personal, esto es, el apoyo o aceptación del régimen
se traducen en la servidumbre hacia un determinado líder sostenido en cierto
modo por la tradición o, en cambio, que haya alcanzado el poder por vía
hereditaria si se trata de un monarca.
Además, a la hora
de determinar con exactitud qué clase de sistema no democrático estamos
analizando, hemos de observar a la estructuración institucional que edifique el
régimen en cuestión. Por tanto, este es definido y confeccionado en base a
instituciones tales como el partido único, los sindicatos, asambleas
parlamentarias, juntas militares o incluso órganos constitucionales. De tal
forma que, un autoritarismo perfecto se caracteriza y se diferencia de los
totalitarismos en tanto en cuanto está conformado por un pluralismo dotado de
actores relevantes, carece de una ideología consolidada y férrea y, por
consiguiente, el apoyo al régimen no está basado en la movilización de masas,
al contrario, se busca la desafección política y la desincentivación por parte
del ciudadano medio en los asuntos públicos. Por su parte, el totalitarismo
destaca por la ausencia de pluralismo y por la existencia de este modo, de un
partido único o hegemónico que mantiene a lo largo del tiempo su posición
dominante, de tal forma que el monismo es una característica esencial dentro de
los totalitarismos, así como el alto nivel de ideologización y movilización por
parte de las masas cuya correa de transmisión se ve articulada por la ideología
y la estructura de partido único.
2
TIPOLOGÍAS DE ESTADO NO DEMOCRÁTICO
2.1
MODELOS TOTALITARIOS
Al hablar sobre esta tipología en concreto, es común hacer
referencia a la Alemania nazi y la Unión Soviética estalinista, pues abundan
diversos estudios sobre la materia y, en base a los cuales, podemos destacar
una serie de rasgos que nos permiten determinar en qué se basa un régimen
totalitario.
En primer lugar, se caracteriza por la ausencia de
pluralismo o bien monismo, es decir, tan solo hay un partido único que cuenta
con un papel predominante y una estructura burocrática sumamente compleja y
jerarquizada, cuya función es politizar la sociedad civil. De esta manera, es
posible aunar, controlar y canalizar los intereses de los individuos impulsando
su participación en la vida política no mediante un poder real de decisión,
sino mas bien como un mero ratificador del poder político existente que
necesita mantener unas apariencias que en cierto modo le otorguen una
legitimidad tácita, pues es evidente el carácter coercitivo por el que destacan
tales organizaciones pertenecientes al partido. Esto por su parte conlleva una
serie de consecuencias, según Morlino, la concentración del poder en una única
estructura como es la del partido único conlleva “la subordinación completa
de todos los otros posibles actores (desde los militares a la burocracia y a la
Iglesia) al partido único que, por consiguiente, ocupa una posición
auténticamente central y determinante”
Un régimen totalitario destaca sobre todo por la existencia
de una ideología articulada y claramente definida que sirva para sustantivar y
dar coherencia a la estructura y acción del partido, cuya legitimidad real no
la encuentra en las masas, sino en el contenido y los postulados del marco
ideológico, que es en última instancia, donde justifica sus acciones más
controvertidas. Por tanto, contar con una ideología fuerte resulta vital para
el mantenimiento del régimen pues impulsa el desarrollo de aquellas políticas
de movilización que dan un sentido al paradigma imperante dentro del Estado.
Además, la consecuencia inevitable de dichas políticas es la movilización de
las masas que de forma continua actúan al servicio del partido, el cual ejerce
como correa de transmisión del gobierno y como instrumento de socialización de las
personas. Sin embargo, para que este fenómeno sea posible, es necesario contar
con un líder carismático y providencial que se encuentre en el vértice del
partido asumiendo el control y absoluta dirección del mismo. Cabe destacar que
para que un régimen de tales características sea apoyado por las masas es
necesario contar con la presencia de un líder que sea capaz de hacer brotar
sentimientos entre los individuos y que estos se vean reconocidos en la propia
figura del líder, abundan numerosos ejemplos en este sentido, Hitler en
Alemania, Mussolini en Italia o Lenin en la precoz Unión Soviética…
Pero ¿Cuál es el fundamento último de esta clase de
regímenes? ¿En qué se basan para conseguir sus objetivos? Según Fisichella, “la
ideología totalitaria es un núcleo que tiene el proyecto de transformación
total de la realidad social”
2.2
MODELOS AUTORITARIOS
Siguiendo al propio Linz, en un modelo autoritario existe un
cierto grado de pluralismo político, por consiguiente, dentro del régimen en
cuestión hay más de un actor político relevante y, por tanto, esto da lugar a
un espacio objetivo donde sea posible el ejercicio de la oposición, aunque
acaben siendo reprimidas o incluso perseguidas estas actuaciones de
determinadas formas y en diversos grados, pues la oposición puede ser activa o
pasiva, legal, alegal e incluso ilegal. De hecho, a instancias de conseguir una
cierta aura liberal y democrática, esta clase de regímenes pueden determinar
que sea más conveniente tolerar un cierto grado de oposición siempre que no
contradiga de manera clara los intereses del régimen y ponga en jaque su
estabilidad.
En todo caso, a pesar de que estos regímenes pretendan en
cierto grado tener aspecto de modelo democrático, hay una evidencia que
desarticula dicha pretensión, y es la dualidad que pueda haber entre la certeza
del derecho, propia de sistemas democráticos y, los límites formalmente mal
definidos. Es decir, una de las características fundamentales de un régimen
democrático es la separación de poderes y, por consiguiente, la existencia de
límites reales al poder político, el cual no puede excederse de sus
atribuciones. Ahora bien, dentro de un modelo autoritario ¿En qué medida los
gobernantes se ven limitados en su capacidad de actuación? Realmente, el poder
político del gobernante no se ve limitado por la ley, como si ocurre en
democracia, pues aquella ha sido confeccionada de tal manera que el líder o el
grupo en el poder en cuestión puedan materializar sus aspiraciones sin verse
limitados de forma legal. En este sentido, la ley no está configurada como un
límite al poder político sino más bien como una herramienta instrumentalizada
al servicio del líder o grupo en el poder.
Si dentro de los modelos totalitarios, la presencia de un
líder carismático se antojaba fundamental para la estabilidad del régimen, un
modelo autoritario no necesariamente requiere de la figura de un líder
providencial, es más, suele ser común como en el vértice del partido o del
gobierno no se halla únicamente una persona que haga las veces de líder, sino
que esta suele hallarse confeccionada mediante un grupo de pocas personas que
detentan las diversas esferas de poder a través de las cuales encauzar los
intereses del régimen. Además, dentro de un sistema autoritario no se busca
tanto la movilización de las masas como el control de los individuos. El
objetivo primordial no es que las masas apoyen de sobremanera las políticas de
turno y muestren su simpatía y conformidad para con estas, sino que es
preferible que los individuos se mantengan al margen de la vida pública y no
interfieran en los planes del poder político. En todo caso, es posible que el
régimen, de forma austera y esporádica, confiera un cierto grado de
participación a los individuos en forma de plebiscitos o elecciones eventuales
que de algún modo sirvan para ratificar en el cargo a aquellos que ya lo
ostentan, en concreto, “la ideología y la coalición dominante darán
contenido y sentido a la participación inducida y, al menos en los diseños de
los líderes, controlada, o bien limitarán la participación, que es el caso más
frecuente de los autoritarismos”
2.2.1
AUTORITARISMO PLURALISTA
Esta forma de autoritarismo constituye una excepción dentro
de los modelos no democráticos, pues no se trata de un autoritarismo cerrado
que aúna todos los requisitos expuestos anteriormente, sino que combina elementos
de este con características que son propias de sistemas democráticos, en este
sentido, Morlino denomina esta clase de sistemas como “regímenes híbridos”,
dado que son aquellos “regímenes que han adquirido alguna de las
instituciones y procedimientos característicos de la democracia, pero no otros,
y al mismo tiempo conservan algunos rasgos tradicionales o autoritarios o,
alternativamente, han perdido algunos elementos de la democracia y han
adquirido otros autoritarios”
Dentro de esta
modalidad, podemos encontrar diferentes clases de sistemas en función del grado
de competencia política, es decir, en función del reconocimiento que el régimen
en cuestión haga de los valores democráticos, de modo que el autoritarismo pluralista puede ser cuasi competitivo
restringido, como sería el caso de Rusia, modelo al que Linz califica de
post-totalitario dado que el pluralismo
político es limitado y no existe una ideología lo suficientemente fuerte que de
coherencia y sirva de correa de transmisión al gobierno, o por el contrario,
aproximarse a una especie de autoritarismo hegemónico restrictivo, tomando como
ejemplo Egipto tras la primavera árabe.
2.2.2
DEMOCRACIA DEFECTIVA
Nos encontramos ante un modelo que, si bien se halla en la
senda democrática, aún no ha logrado consolidarse como una democracia férrea,
pues no reúne todos los requisitos que esta exige. En este sentido, Wolfang
Merkel hace referencia a aquellas condiciones que diferencia una democracia
real y una democracia defectuosa, pues la primera cuenta con un régimen
electoral democrático, la posibilidad de participación política con plenas
garantías, el respeto más amplio posible a los derechos civiles, un verdadero
control a la actuación del poder político y sobre todo, la autonomía de los
gobernantes, que deben estar exentos de presiones externas. Por tanto, queda
fuera de esta categoría una democracia tutelada por agentes externos, como es
el caso de Turquía, y una democracia iliberal, en tanto que, a pesar de contar
con procesos electorales competitivos, no se respeta de forma plena los
derechos y libertades públicas. En palabras de Merkel, se trata de aquella
modalidad de régimen que “no ha culminado su proceso de consolidación
democrática o que, efectuando procesos electorales competitivos que cumplen, ve
limitado su desarrollo democrático por distintos factores”
3
Bibliografía
Dahl.
(1970).
Fisichella. (1976).
ibidem. (s.f.).
Linz. (s.f.).
Linz. (1964).
Merkel, W. (s.f.).
Morlino. (2008).
Morlino. (2009). "Democracia y
democratizaciones"
M. Sodaro. (2004) "Política y
Ciencia Política"
Comentarios
Publicar un comentario