LA VIGENCIA DEL LIBERALISMO Y DEL CONSERVADURISMO COMO IDEOLOGÍAS POLÍTICAS.
La
historia puede definirse como una concatenación de eventos contrapuestos cuya
pretensión bien puede consistir en ofrecer una descripción subjetiva de lo
acaecido en sociedad. El inexorable motor del que hace uso requiere de una
serie de contradicciones, de un conglomerado de luces y sombras cuyo origen
puede hallarse en las antípodas del conocimiento, por tanto, podemos dilucidar
una especie de relación simbiótica entre el conflicto humano y la historia. Es
en este devenir donde hallamos el origen del liberalismo, y como reacción a
este, del conservadurismo.
Nuestro
primer paradigma hemos de hallarlo en la Ilustración, donde se fragua una
concepción del individuo que supone una ruptura con lo evidente, una ruptura
con el orden estamental vigente y que, al parecer, fomenta la discordia en
cuanto que no posibilita el pleno desarrollo del ser humano mediante capas
etéreas que promueven el inmovilismo. Esta determinada forma de organización de
la sociedad es concebida por algunos pensadores como un atentado contra las
libertades humanas. Es en esta coyuntura donde surge el liberalismo como un
discurso político revolucionario, verbalizando una prosa que empodere la
libertad personal de cada individuo, la defensa de los derechos civiles y la
igualdad jurídica en contraposición con una menor acción, que pueda ser
concebida como abusiva, por parte del Estado. Este precepto ha gozado de una
gran absorción en el pensamiento contemporáneo, puesto que toda concepción que
pueda ser contraria a una serie de derechos intrínsecos e inalienables puede
constituir una expresión materialista de la barbarie, y por supuesto, contraria
de un derecho natural que trasciende más allá del contingente tránsito del
individuo en sociedad. Dadas las circunstancias, resulta sorprendente como la
universalidad de este escueto agregado de ideas ha sido apadrinado por
numerosos movimientos políticos, incluso aquellos contrapuestos al ideal
liberal como sería el caso del socialismo.
El
triunfo del liberalismo despertó cierto resentimiento nostálgico por parte de
la aristocracia que había gozado de privilegios artificiales hasta ese
momento. Es así como surge una respuesta elitista al progreso ilustrado y a la
promulgación de los valores igualitarios de la Revolución Francesa. En sus
inicios, el conservadurismo surgió como alternativa al liberalismo, fue una
reacción política a la teoría de la razón liberal. No obstante, su concepción
inicial apenas caló en las renovadas mentes de los individuos libres y
racionales del siglo XIX. Los valores tradicionales, dada su incompetencia
intelectual para hacer frente a las insólitas cuestiones de ese siglo, se
vieron condenados a su opaca extinción. Sin embargo, es aquí donde hemos de
hallar el motor del conservadurismo, es su intrascendencia la que le hace
adaptarse a los tiempos en los que transita. En este sentido podemos decir que
el conservadurismo es una ideología camaleónica que se adapta a las diferentes
etapas históricas. Por esta razón, no puede estudiarse como una categoría
atemporal al estilo del socialismo científico de Marx o el liberalismo clásico
de Adam Smith. El conservadurismo es pobre en sus ideas y por esta razón no es
capaz de transgredir en la historia sin apropiarse de otros paradigmas que
incluso puedan constituir distopias de su concepción primitiva. Por tanto, el
conservadurismo ha vivido siempre del liberalismo, resulta paradójico como el
ideal liberal que tumbó el evocador pasado conservador haya servido de resorte
a este para perdurar en las contradicciones de la historia.
Un
ejemplo de esta aprehensión del espectro liberal lo observamos en el
neoconservadurismo del siglo XX, el cual supone una fusión de los viejos
preceptos conservadores con los principios liberales, más aunados en su
vertiente económica puesto que el conservadurismo carece de una política económica
propia y original. Surge como una revisión al liberalismo clásico que sea capaz
de ofrecer una alternativa económica al modelo keynesiano cuyo agotamiento era
evidente y, sobre todo, como ulterior supervivencia de la “derecha” huérfana
tras la Segunda Guerra Mundial. Dado el contexto analizado, podemos observar la
actual disgregación del liberalismo bien en uno de corte radical o
“progresista”, o bien en un neoconservadurismo disfrazado de adalid de las
ideas clásicas de esta ideología.
Durante
las últimas décadas, hemos asistido a la consolidación de la hegemonía liberal
no solo como ideología política, sino también como doctrina económica, de forma
que, hasta ahora, el liberalismo desde sus diferentes concepciones se ha
convertido en la ideología occidental por excelencia. Llegados a este punto,
hemos de tratar de esclarecer cómo el liberalismo ha logrado perdurar de forma
inconmensurable a pesar de sus flecos y contradicciones. Bien, unos dirían que
dichas contradicciones son las que hacen que esta corriente del pensamiento
permanezca vigente, en cuanto que supone una lucha por la trascendencia y
atemporalidad de este, sin embargo, la razón de su éxito hemos de encontrarla
en las ideas surgidas como consecuencia de esas contradicciones. Esta ideología
ha servido como punto de origen al conservadurismo, al socialismo y al
anarquismo, sin embargo, la incapacidad de estas para socavar la tradición
liberal una vez que esta se ha consolidado y, por tanto, ha perdido su carácter
revolucionario, ha de encontrarse en la propia definición de las ideologías que,
de forma consecuente, suscitan la base de su acción. En esta ocasión no vamos a
verbalizar una definición ortodoxa sobre qué es la ideología, vamos a tratar de
hacer un esfuerzo que logre dar una visión incorpórea e intangible de la misma.
La ideología es la apariencia del saber, la materialización de la utopía a
través del lenguaje, por este motivo las ideologías contrarias al liberalismo
no han logrado consolidarse, han supuesto una teoría en contra del mundo
material a expensas de dibujar una quimera que sea capaz de solventar todos los
males. De esta concepción se diluye la contingencia de los individuos en estos
paradigmas viéndose subordinados a ideales, quizá por esta razón no logren
arraigar de igual manera que el liberalismo. Las ideologías contrarias al
fomento de la libertad de la que hace orgullo el liberalismo versan sobre un
problema, y es que antes de ver, creen.
Comentarios
Publicar un comentario