EL FIN DE LA ENSEÑANZA
El estudio no se basa en el conocimiento, sino en la avidez
por el saber. El conocimiento en sí, véase, el contenido del estudio, no puede
ser un fin, sino que este, ante todo, debe ser un medio; pero un medio cuya
única finalidad sea la de fomentar una sociedad en la que se amen las preguntas
y no las respuestas, donde cada concepto nuevo que se asimile suponga una
puerta entreabierta a un paradigma por descubrir y no un camino cuyo término
visualizamos con lejana indiferencia. Por eso la enseñanza no debe basar su
contenido en el objeto final de su encomendado, sino en que aquel sea tan solo
un instrumento que sirva para fomentar el espíritu crítico.
En este sentido, la educación delimita sus propios límites,
cava su propia tumba, pues, lejos de hacerse preguntas, se reafirma en lo ya
aprendido. Renuncia a su extensión y se conforma, por medio de la vanidad, con
enseñanzas más preciadas por mostrar la elegancia de la forma que por
transmitir el afán por el estudio.
La educación, actualmente, es la enfermedad que más aflige
al saber, pues censura esos anhelos en que el espíritu sueña con lograr la
atemporalidad.
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