¿QUÉ ES UN SISTEMA POLÍTICO?
Cada
una de las sociedades habidas a lo largo de la historia se han organizado de
una determinada manera, es decir, se han estructurado en función de la
orientación que tenían acerca del concepto de política, y lo más destacado de
esto ha sido su carácter variable, es decir, que no son ni mucho menos un
modelo cerrado y autosuficiente. Por ejemplo, poco tiene que ver el modelo
actual del Estado con una monarquía absolutista del siglo XVIII. Es en esta
coyuntura donde han surgido los sistemas políticos, pero ¿qué es un sistema
político? Es una organización compleja aplicada a un entorno, siendo sensible a
las interferencias y fluctuaciones procedentes de este. No obstante, también
resulta esencial comprender la habilidad de dicho sistema para adaptarse a
tales injerencias, puesto que, si no es capaz de actuar de forma diligente, es
posible que acabe por desmoronarse.
Es
importante destacar cómo dentro de la ciencia política se recurre a la
utilización de metáforas para explicar la estructura y funcionamiento de un
sistema político. En primer lugar, esta organización es percibida como una
máquina compuesta de engranajes y palancas, cuyo funcionamiento desencadena una
serie de efectos sobre el entorno de manera causal. Es preciso señalar el
carácter autómata de esta concepción, ya que los eventos acaecidos dentro del
sistema serían inevitables, al ser el producto de las continuas interacciones
entre aquellos engranajes, cuya ulterior función sería la de provocarlos
precisamente. En segundo lugar, se considera al sistema político un organismo
viviente, compuesto a su vez de diferentes órganos, los cuales ejercerán las
funciones pertinentes en función de las injerencias externas. En este caso se
dota al sistema de un carácter principalmente biológico, puesto que para
sobrevivir es necesario que se adapte al medio en el que habita, ya que de este
obtiene la retroalimentación necesaria para poder subsistir. La última metáfora
relaciona al sistema con el mercado, concebido este como un lugar de encuentro
en el cual, los agentes actúan en función de sus intereses y beneficios. Aquí
se nos viene a explicar que la actividad política depende en última instancia
de las relaciones entre determinados actores políticos debido a sus intereses y
particularidades.
A
pesar de todo lo explicado, considero que los sistemas políticos no pueden
explicarse a través de cualquiera de estas metáforas, puesto que no todas son
capaces de abarcar la heterogeneidad de estos. Por tanto, tomando como
referencia las expresiones de “máquina”, “organismo” y “mercado”, hemos de
establecer cuál de ellas es la más acertada.
Llegados
a este punto, quizá la metáfora más acertada sea la de organismo. Esto se debe
a que el sistema político no se le debe atribuir en ningún caso un carácter autómata
en sus funciones, puesto que, en ese supuesto, todos y cada uno de los eventos
sucedidos en la vida política serían realizados adrede y, por tanto, serían
previsibles y homogéneos. Sin embargo, el entorno político dista de ser enteramente
planificado. Si tomamos como referencia la concepción de “máquina”, veremos que
esta erra en tanto en cuanto no es capaz de reconocer la espontaneidad de la
sociedad, ya que si esto no fuera así, el sistema político en cuestión podría
anticiparse a todas las injerencias que pudieran surgir en torno a este, es
más, dado que todos los eventos que acaecen en la esfera política son
desencadenados por el entramado de engranajes de esa etérea máquina, serían
provocados por esta última, y en la práctica, esto no sucede así. Si realmente
el sistema político fuese una máquina, podría solventar de antemano todos los
problemas que puedan sucederse a causa de su naturaleza primigenia y sobre todo
autómata, y esto incluye prevención contra pandemias, desastres naturales,
recesiones económicas, etc. Dado que en la práctica no ha sido capaz de anticiparse
a ninguna de estas cuestiones, hemos de concebir a esta metáfora como inexacta.
La
concepción de sistema político como “mercado” tampoco es del todo precisa, ya
que resultaría demasiado simplista concebir a la política tan solo como un
lugar de transferencias entre intereses y beneficios. En este sentido,
podríamos decir que la actividad política es mucho más elevada que todo esto,
porque no puede reducirse a una mera lucha de intereses. La política es o debe
ser el espacio del “logos”, es decir, debe ser el lugar que encauce las
demandas y reivindicaciones ciudadanas, y estas no son lo suficientemente
homogéneas como para reducirlas al mero término de intereses. Entender la
política como algo totalmente opuesto a esta explicación supone dotarle de un
carácter perverso e incluso díscolo, si bien, de forma práctica, es posible que
a lo largo de la historia haya habido momentos de esta índole, no cabe
atribuirle aquí una consideración despótica como norma general.
Por
consiguiente, una vez aclarado los anteriores conceptos, tan solo queda
ampararse a la concepción de sistema político como organismo, y de esta forma
dotarle de ese carácter espontaneo y, sobre todo, dinámico, que caracteriza
tanto al entorno social como a la estructura política existente. Y es que, la
historia nos demuestra a lo largo de los siglos como los sistemas no son ni
mucho ni menos, entes cerrados, al contrario, lo que se deslumbra es una
continuación evolución de estos, lo cual se debe al perfil dinámico y
contingente de los factores que componen el entorno. En este sentido, se puede
llegar a afirmar que el sistema político no prevalece sobre el entorno, sino
que de este último depende la existencia del primero. En tanto en cuanto un
sistema político no sea capaz de captar las demandas del entorno(inputs) y
transformarlas en políticas públicas(outputs) que estén habilitadas para
gestionar las injerencias externas, no podrá subsistir, y de forma inevitable,
tendrá que hacer frente a su opaca extinción, viéndose sustituido por otro
sistema que sea lo suficientemente competente como para responder a las
demandas del entorno. No obstante, esto no quiere decir que todo cambio de
sistema de lugar a una sociedad mejor, como suele decirse, en muchos casos
históricos el remedio ha sido peor que la enfermedad. Pocos pueden poner en
entredicho que el cambio de una estructura zarista a otra de corte bolchevique
pueda suponer mejoría alguna, al contrario, tan solo se han enfocado los
problemas de igual manera, aunque empleando una argumentación diferente, pura
verborrea…
Por
tanto, la semejanza biológica que supone mencionar al sistema político como organismo
nos parece la más acertada, dado que permite explicar cómo se producen los
cambios y debido a qué, puesto que en definitiva, aquello que hace avanzar y
sobre todo, perdurar a los sistemas, suele ser el entorno al que transmite sus
patrones de conducta, y este de forma recíproca, le sugiere una serie de
influencias que si no tiene en consideración, o incluso, si responde a ellas con
demora, puede suponer una pérdida de legitimidad del entorno para con el
sistema político existente, dando lugar quizás, a un cambio de sistema que sabe
dios cómo acabará…
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